jueves, 25 de septiembre de 2008

SI MUERO LEJOS DE TI

Jorge Aguilar Mora

¿DÓNDE ESTABAS TÚ? ¿Y tú dónde estabas? ¿Y tú estabas dónde? ¿Dónde estabas tú? ¿Dónde y estabas tú?¿estabas y tú dónde?¿dónde, dónde, carajo, dónde fue que moriste?¿estabas en la explanada?¿estabas en algún corredor?¿vivías en un departamento?¿venías entrando por una de las calles?
Primero fue el helicóptero. El helicóptero. El helicóptero.
Ya sabíamos, ¿todos sabían?, ya sabíamos, dejamos el coche por si las dudas, ya nos lo habían dicho, el ejército está en varias calles cercanas. Y todos los veíamos, ahí estaban los granaderos ocupando la vocacional. La tarde, la tarde, tranquila la tarde, ¿de dónde habían llegado las señoras con sus niños?¿esas familias de obreros?¿habían bajado de los departamentos?¿eran papás y hermanos de los que habían peleado contra los granaderos unas noches antes?
Primero fue el helicóptero. Quihubo Guillermo, Voy allá arriba a ver cómo se ve la cosa. Ya alguien hablaba por el micrófono, alguien hablaba del movimiento estudiantil. ¿De dónde salieron tantas familias? Ahí está Ofelia, ¡Ofelia! Y las mujeres con sus bolsas del mandado colgando de algún brazo sonríen a su alrededor buscando la complicidad de los estudiantes mientras aplauden los discursos. ¿Quién hablaba? Un líder, un líder del CNH, pero qué importa, sí, qué decía, no sé, no sé, porque primero fue el helicóptero: era una tarde hermosa, había sol y el cielo estaba bastante despejado. Por eso lo primero fue el helicóptero, el helicóptero. ¿Dónde estabas tú y? ¿Y tú dónde carajaros estabas? ¿Me vas a decir o no dónde te clavaron la bayoneta? En el vientre, ya sé, pero dónde, dónde, ¿en la explanada caíste, dónde, dónde, ¿en la explanada caíste o al correr por el estacionamiento del edificio Chihuahua?¿Dónde caíste, dónde te atravesó a bala que parecía de juguete? Había micrófono y se veía gente asomada por las ventanas gente recargada en los barandales de todos los pisos, y los granaderos observando después la vocacional. ¿Qué pasó con los granadero que después sólo habían tanques y soldados con bayonetas y ametralladoras con tripié? ¿Dónde estabas, carajo? Dime por favor, quiero saber si yo estaba junto a ti, carajo, quiero saber si era por ti que gritaba tu hermana pidiendo un medico mientras las ametralladoras seguían descargando la metralla detrás de nosotros que servíamos de parapeto. Dime, dime si eras tú el que gritaba de dolor tirado en la escalinata de la explanada; dime, por favor, dime, y es que la tarde parecía impecable, y las señoras con sus chales tejidos a mano sonreían cuando aplaudían alguna consigna y los niños jugaban entre los grupos de estudiantes que coreaban las consignas ya sabidas del líder. ¿Quién hablaba? ¿Pero donde estabas tú?
Es que primero fue el helicóptero, pero en ese momento no sabíamos, no sabíamos: ¿Alguien lo sabía? No, no sabíamos, y después tres luces, como luces de bengala que estallaron encima de la iglesia reflejando distintos colores: azul y verde dos de ella, sólo dos recuerdos por que en ese momento ¿dónde estabas en ese momento? ¿Trataste de correr por la pasarela y te atravesaron? Porque en ese momento una inquietud sorda corrió por todos los cuerpos alarmándonos: como si todos los huesos se estuvieran hablando en un lenguaje secreto que nadie entendía excepto los cuerpos, nuestros cuerpos. Y el pánico nos agarro a todos, uno por uno y todos vimos en los cuerpos de los otros las garras del pánico ya impresas y alguien gritó por el micrófono: ¡Calma, calma, es una provocación, es una provocación! Pero los cuerpos habían encendido ya lo que nadie entendía, los cuerpos habían escuchado ya el futuro de la muerte entrando por todos los costados de la explanada. ¡Calma, es una provocación!
Pero aquellos silbidos, aquellos silbidos, aquellas detonaciones ridículas, ¿qué eran? ¿Tú moriste creyendo que eran juguetes?¿Son de sala, son de salva, gritaron pero todos estaban corriendo, todos estaban gritando, todos estaban empavorecidos, y el micrófono estaba callado y todos se atropellaban y todos volteaban instantáneamente y veían cómo entraban los soldados a paso ligero por aquel corredor tendido sobre la indiferencia de las ruinas prehispánicas; y los volvían cómo se acercaban los soldados por el estacionamiento del edificio Chihuahua y los que volvían a voltear veían a los cuerpos trinchados por las bayonetas y todos caían por las escaleras y se pisaba unos a otros y los silbidos seguían y seguían: son de salva, son de salva, son de salva pero de pronto los faroles saltaban en pedazos y ya nadie creían que eran de salva; pero de de pronto alguien aullaba de dolor cerca de ti y nadie creía que eran de salva; y otros corrían al costado de la explanada y se tiraban en los fosos de cemento que había entre las ruinas queriendo alcanzar la explanada de la iglesia, corrían y corrían y corrían y lograban salir antes de que el cerco se cerrara, pero otros caían de varios metros de altura y se fracturaban un tobillo o una pierna y no podían levantarse y les caían encima dos tres, cuatro cuerpos, y otros se metían entre los muros de las ruinas y se forman capas humanas y los que estaban abajo gritaban de asfixia pero ya nadie se movía porque ahora los silbidos parecían un granizo horizontal que cubría toda la superficie de la explanada. Están tirando del edificio, gritaban, están tirando del edificio, los gritos se multiplicaban, están gemidos parecían hervir, gritos, gemidos, aullidos, quejidos, sollozos, bramidos sordos del cuerpo y de la angustia y de la muerte entera que ya comenzaba a cubrir toda la explanada. Las ametralladoras se colocaron detrás de los parapetos humanos, entraban los tanques, y el helicóptero reaparecía, y seguía los silbidos y de pronto disparos de un calibre imponente, y maldiciones desde el edificio, gritos, llamados de auxilio, órdenes de los militares, agáchense, agáchense, nadie se mueve, nadie se mueva, agáchense, y luego los soldados seguían avanzando hacia el edificio: ¿es cierto, es cierto que aquel muchacho con una mancha oscura en el pecho está muerto?¿es cierto aquella voz que pide un médico para su hermano con gritos ya sin vísceras?¿es cierto que aquellos cuerpos inmóviles sobre la explanada son muertos?¿es cierto que los soldados avanzan?¿contra quién avanzan, contra quién? Y de nuevo el helicóptero, de nuevo el helicóptero, pero no hay luces, no hay luces ahora, ahora hay gritos, aullidos, dolores, agonías, crujidos de huesos, cuerpos pegados a cuerpos que nadie sabe si siguen vivos, cuerpos pegados a otros cuerpos que nadie sabe si seguirán vivos dentro de cualquier momento, de cualquier minuto:¿cómo sabes que te vas a morir?¿cómo sabes lo que estás viendo, cómo sabes que aquel estudiante con un orificio en la mejilla está muerto si no se mueve, si tiene los ojos abiertos y ni siquiera siente cuando un soldado lo pisa?¿cómo sabes que ese líquido espeso que comienza a correr es la fosa donde estás amontonado es sangres, como sabes que es sangre cuando está saliendo de un cuerpo herido, si alguien trata de detenerla y no puede porque ni siquiera puedes gritar?¿cómo sabes que el edificio se está incendiando si lo que sale son llamas, humo, gritos de dolor, si incluso desde la explanada se puede ver las perforaciones en las paredes? Agáchense, digo, agáchense, y pensar que ahora desde que estás muerto piensas que aquello no pudo durar tanto, y pensar que ahora desde la muerte no concibes que aquel edificio sembrado de fantasmas que respondían al fuego de los cañones, de las ametralladoras y de los fusiles. Es imposible pensar que aquellos gritos de dolor del estudiante que agonizaba casi colgado de la explanada y a punto de caer sobre el césped límpido que enmarcaba las ruinas hayan durado tanto, tanto, tanto, tanto.
¿La muerte te hizo perder la memoria?¿Te hizo perder la memoria de cómo atravesaban las balas las paredes de los departamentos? ¿Te hizo olvidar la sangre que salía por debajo de las puertas? ¿Te hizo olvidar a la gente acurrucada en las tinas de baño para protegerse? ¿Te hizo olvidar aquel que gritó: <> y el soldado que volteó disparando sin preguntar ni advertir nada?
¿Pues dónde estabas? ¿Te mataron las bayonetas caladas? ¿Te mataron en los pasillos del edificio? ¿Te atravesó una bala mientras mirabas la televisión en tu departamento? ¿Te cazaron al azar desde alguna terraza del edificio y caíste en la explanada? ¿Moriste asfixiado debajo de cinco gentes que no te dejaban moverte? ¿Te asesinó una bala en el momento menos pensado? ¿Dónde estabas?
Ay, ¿estás seguro de que sigues vivo?
Dónde estabas cuando cayó la noche y lentamente se fue apagando la descarga de las ametralladoras y de los fusiles? ¿Donde estabas cuando en la penumbra de todos aquellos edificios apagados comenzaron a gemir los heridos, los agónicos, los muertos, dónde estabas cuando las luces anónimas en mano de algún soldado hicieron brillar el charco de sangre derramado en la explanada?¿dónde estabas entonces?¿Dónde moriste, moriste en los corredores, en aquellos corredores a oscuras donde se oían descargas precedidas y seguidas de gritos o exclamaciones o maldiciones?¿Moriste en aquellos silenciosos ominosos que protegían las descargas a mansalva en el anonimato de aquella oscuridad?¿Moriste detrás de aquella oscuridad que se había apoderado de esta ciudad sitiada y arrancada del corazón cotidiano de la otra ciudad?
Se pudieron levantar todos apuntados por las ametralladoras, las manos en alto, mientras en la explanada los cadáveres eran desalojados arrastrando los por las piernas y untándolos con la sangre ya revuelta de todos los muertos.
Eran muertos, éramos nosotros, nosotros, y ya nos llevaban a los crematorios, éramos nosotros tirados en los departamentos que los soldados abrían a culatazos buscando francotiradores, éramos nosotros tirados entre los muros de las ruinas, en el césped límpido y civil, en los muros de la iglesia, en los estacionamientos: ¿eso es un cadáver, esos ojos abiertos en un cuerpo yerto, esa mancha oscura cubriendo el pecho de un cuerpo yerto, ese pie sin zapato en un cuerpo yerto, ese orificio en el rostro de un cuerpo yerto, esos eran cadáveres, los que subían a camiones del ejército y que llevaban a los crematorios del campo militar?¿Eran gritos de muertos aquellas maldiciones seguidas de descargas que borraban toda vida sobre la superficie traicionera de aquella oscuridad?
Pero sobre los vivos caen la manos cruzadas con pañuelos: jóvenes musculosos, con camisetas entalladas, rostros duros y cortantes, que exigen los cinturones y las agujetas, que separan a los hombres de las mujeres que dan de patadas a los que salen de los departamentos con las manos en alto, que empujan a los hombres, mujeres, niños por las escaleras para subirlos a los primeros camiones listos para la evacuación. En la oscuridad las luces de las linternas atraviesan las órdenes que cruzan sin que nadie sepa la dirección ni la procedencia; gritos, empujones, los vivos se quejan de la asfixia, de los heridos. Los heridos graves han desaparecido bajo escoltas que le apuntaban contra cualquier movimiento en falso. Otros soldados reúnen a los grupos estudiantes, amas de casa, según donde los han encontrado: detrás de la iglesia. A un costado, debajo del edificio… y mientras las patrullas siguen abriendo las puertas a culatazos y disparando cuando creen oportuno, con maldiciones de muertos y de suplicantes. Y entonces, como si todos los muertos de pronto resucitaran, se desató otra balacera, otra balacera sin sentido, otra balacera sin origen que obliga a todos a tirarse unos encima de otros en las explanadas, y los gritos crecen en volumen, las órdenes, las descargas se vuelven mas nutridas y otros siguen muriendo, otros están muriendo, otros de nosotros que están aquí y no pueden hablar: ¿Quién habla de los que murieron con una pistola, quién disparó, quién, quién aparte de los fusiles del ejército, quién aparte de las ametralladoras, quién aparte de los tanques? ¿Contra quiénes fueron esas ráfagas? ¿Quién de nosotros los muertos estaba ahí recibiendo las descargas? Nadie sabe nada, nadie, los que vivieron no lo contarán nunca porque no tienen porque no tienen la voz que tenemos los muertos para hablar de aquel de día, y nosotros los muertos hablamos en a través de la memoria de los vivos: los muertos sólo tenemos las imágenes de los vivos para hablar con ellas y los vivos no tienen voz de los muertos para mostrar con ellas quién disparó, quién. Oh, no se sabe, nadie sabrá sobre quien llorar, nadie sabrá dónde están las familias que nunca encontraron a sus ausentes, nadie sabe dónde están las casas donde de un día para otro un vivo desapareció sin dejar siquiera su cadáver. Las peregrinaciones en busca de los desaparecidos no terminarán nunca, no han terminado, desde que tenemos memoria de muertos. Porque a los vivos tampoco les queda la memoria segundo por segundo de lo que ahí murió: ¿y cómo saben los vivos?¿no fue una ilusión el creer haber salido de ahí? Sólo los verdugos están vivos, sólo ellos pueden saber que no es ninguna ilusión el creerse vivos… pero todos los demás ¿con que seguridad pueden decir que se distinguen de nosotros?¿con qué seguridad pueden decir que recuerdan lo que pasó como vivos y presentes? Ya no queda nada, sólo queda ahí, ahí, como la presencia y la vida más incomprensible la evidencia de todos los que ahí murieron, murieron, murieron… Y si morir es así de fácil, si es así de fácil, ¿para qué quiero estas palabras, para qué quiero esta muerte también, para qué quiero esta voz, la memoria de los vivos? Si morir es así de fácil y así de fácil de olvidar, de olvidar… Las puertas de la iglesia nadie quiso abrirlas mientras seguían los disparos, y muy pronto los llevaron al atrio del convento y la mujeres orinaban entre el cascajo de la fuente que estaban renovando y los hombres orinaban en las columnas y todos se hablaban para creer lo que había sucedido y todos se decían la palabra muertos y la palabra vivos y se tocaban y estaban vivos, eso creían, y muy pronto separaban a las mujeres, las formaban y se las llevaban y formaban a los hombres y los sacaban al estacionamiento donde estaban estacionados los camiones y formaban a los hombres y los sacaban al estacionamiento, los jeeps del ejército, las patrullas del servicio secreto, y donde los oficiales discutían mientras era de madrugada y ya no es dos de octubre, ya es tres de octubre, ya se llevaron a todos los muertos y ahora sólo quedan los presos.
¿Dónde estabas tú? No me lo vas a decir nunca, nunca, yo sé, yo se, todos sabemos. Y si no podemos recordarlo instantes tras instante es por que no queremos morir de nuevo, por que no queremos que se repita, que no se repita, que no, aunque es inútil olvidar, es inútil recuperar la memoria: ahí sigue ese día, sucediendo, sucediendo sigue ese día y el cuerpo lo entendió y lo sigue entendiendo mientras ninguno de los vivos sabe todavía qué dice, qué dice ese día, y qué dice tanto cuerpo, tanto cuerpo yerto, tanta sangre, tanto ojo abierto, tantos orificios, tantos lamentos, tantos, tantos, tantos, tantos, tantos…


Aportación de Gregorio Díaz Trabajador de la Unidad Profesional de Ingeniería y Ciencias Sociales y administrativas UPIICSA departamento de mantenimiento

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