jueves, 25 de septiembre de 2008

Editorial

El próximo 2 de Octubre se cumplirán 40 Años de uno de los acontecimientos no sólo trágicos, sino oprobiosos en la historia del México Contemporáneo. Como en bien sabido la tarde de aquel día, estudiantes del IPN, de la UNAM y otras instituciones educativas, y la gente del pueblo que los apoyaba en sus demandas, perdieron la vida, hubo un gran numero de heridos y muchos más llevados prisiones y al campo militar número uno.
El escenario de todo ello la Plaza de las tres culturas en Tlatelolco y las luces de bengala lanzadas por el helicóptero de la Muerte, para la brutal represión han quedado para la memora histérica como símbolos de un régimen presidencial autoritario intolerante y de clara filiación derechista como fue el del presidente de aquel entonces:
GUSTAVO DÍAZ ORDAZ durante el sexenio 1964-1970.
El 68 no se olvida porque, tiene voz de rabia y de dolor de muerte. No sabemos todavía el número definitivo de madres, hermanas y hermanos o novios o novia que nunca más volvieron a saber de aquél o de aquella que acudió a Tlatelolco aquel terrible dos de octubre. O en el mejor de los casos, si así puede decirse, hubo de identificarse ya cadáver, asesinado o asesinada a mansalva.
Voz igualmente de protesta contra la intolerancia y la estupidez de un sistema que perdió su gran oportunidad histórica de renovarse, siendo fiel a su pueblo y no a intereses económicos y políticos de una olimpiada con la que se quizo lucir.
Pero a todo ¿cual fue el gravísimo delito cometido por los aquellos jóvenes adolecentes en su mayoría, para haber sido masacrados tan brutalmente y estúpidamente? estar contra el autoritarismo, prohibido leer a Camus y a Marcuse, tener en la recamara la fotografía del CHE Guevara con su mirada profética hacia el infinito a cuestas, escuchar a los Beatles o conmoverse con los versos de poetas de aquí y de países en dónde también habían movimientos estudiantiles, como el del mayo francés o el de Praga.
Por todo lo anterior el mundo es uno antes del 68 y es otro después, las generaciones son las que determinan la articulación del cambio histórico.
En 1968 de demostró que la Rebelión y la Protesta sin pretender resolverlo todo, puede a partir de entonces por lo menos hacer frente a un autoritarismo imperante.
GREGORIO DÍAZ MARTINEZ

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