domingo, 2 de marzo de 2008

¿PARA QUE SIRVE LA AUTORIDAD?

Santiago, contentísimo, se despide de su compañera. Va a pedir al dueño de la hacienda la parte que, como mediero, le corresponde de la abundante cosecha que se ha levantado. El hacendado saca libros, apuntes, notas, vales y, después de hacer sumas, restas, multiplicaciones y divisiones, dice a su mediero: “Nada te debo; por lo contrario, tú me debes a mí por provisiones, ropa, leña, etc.”. El mediero protesta, y acude a un juez pidiéndole justicia. La compañera, contentísima, sale a encontrar a Santiago con el hijo menor en brazos, creyendo que traerá bastante dinero, pues la cosecha ha sido espléndida; pero palidece al ver que corren abundantes lágrimas por las tostadas mejillas del noble trabajador, que llega con las manos vacía y el corazón hecho pedazos. El hacendado había hecho cuentas del Gran Capitán, y el juez se había puesto, como siempre, del lado del fuerte. ¿Podría decir Santiago que la Autoridad es buena para los pobres?
IIEn la pequeña estancia, saturada la atmósfera de humo de petróleo y de tabaco, Martín, el inteligente agitador obrero, dirige la palabra a sus compañeros. “No es posible tolerar por más tiempo la inicua explotación de que somos objeto dice Martín echando hacia atrás la cabeza melenuda y bella como la de un león -. Trabajamos doce, catorce y hasta dieciséis horas por unos cuantos centavos; se nos multa con cualquier pretexto para mermar más aún nuestros salarios de hambre; se nos humilla, prohibiéndosenos que demos albergue en nuestras miserables viviendas a nuestros amigos o a nuestros parientes, o a quien se nos dé la gana; se nos prohíbe la lectura de periódicos que tienden a despertarnos y a educarnos. No permitamos más humillaciones, compañeros; declarémonos en huelga, pidiendo aumento de salario y disminución de horas de trabajo, así como que se respeten las garantías que la Constitución nos concede”. Una salva de aplausos recibe las palabras del orador; se vota por la huelga; pero, al día siguiente, la población obrera sabe que Martín fue arrestado al llegar a su casa, y que hay orden de aprehensión contra algunos de los más inteligentes de los obreros. El pánico cunde, la masa obrera se resigna, vuelve a desplomarse y a ser objeto de humillaciones. ¿Podría decir Marín que la Autoridad es buena para los pobres?
III¿Para qué sirve, pues, la autoridad? Para hacer respetar la ley que, escrita por los ricos o por hombres instruidos, que están al servicio de los ricos, tiene por objeto garantizarles la tranquila posesión de las riquezas y la explotación del trabajo del hombre. En otras palabras: la Autoridad es el gendarme del Capital, y este gendarme no está pagado por el Capital, sino por los pobres.Para acabar con la Autoridad debemos comenzar por acabar con el Capital. Tomemos posesión de la tierra, de la maquinaria de producción y de los medios de transportación. Organicemos el trabajo y el consumo en común, estableciendo que todo sea de la propiedad de todos, y entonces no habrá ya necesidad de pagar funcionarios que cuiden el capital retenido en unas cuantas manos, pues cada hombre y cada mujer serán, a la vez, productores y vigilantes de la riqueza social.Mexicanos:Vuestro porvenir está en vuestras manos. Hoy que el principio de Autoridad ha perdido su fuerza por la rebeldía popular, es el momento más oportuno para opner las manos sobre la ley y hacerla pedazos; para poner las manos sobre la propiedad individual, haciéndola propiedad de todos y cada uno de los seres humanos que pueblan la República Mexicana.No permitamos, por lo tanto, que se haga fuerte un Gobierno.
(De “Regeneración”, del número 83, fechado el 30 de marzo de 1912)

IV¿Para qué necesitamos los pobres la Autoridad? Ella nos echa al cuartel y nos convierte en soldados par que defendamos, fusil en mano, los intereses de los ricos, como ocurre en estos momentos en Cananea, en que los soldados están resguardados las propiedades de la compañía para que los huelguistas no las reduzcan a escombros; ella nos hace pagar contribuciones para mantener presidentes, gobernantes, diputados, senadores, polizontes de todas marcas, empleadillos de todo género, jueces, magistrados, soldados, carceleros, verdugos, representantes diplomáticos y toda una cáfila de zánganos, que solo sirven para oprimirnos en beneficio de la clase capitalista. Los pobres no necesitamos nada de esa polilla, debemos zafar el hombro para que ruede por tierra el sistema burgués; y tomando desde luego posesión de la tierra, de las casas, de la maquinaria, de los medios de trasporte y de los comestibles y de más efectos almacenados, declarar que todo es de todos, hombres mujeres, según lo expuesto en el Manifiesto de 23 de septiembre de 1911.
(De “Regeneración”, del número 195, fechado el 11 de julio de 1914)

No hay comentarios:

20 y 21 de sep conmemoracion cierre del internado Fotos para ver y no voltearse